En algún momento de tu camino, seguro te hiciste esta pregunta. Frente al dolor, a la pérdida, a la injusticia, al caos… ese grito interno se vuelve inevitable:
¿Por qué yo?
Y no estás sola. Es una pregunta humana, legítima, cargada de tristeza, de impotencia… y también, si la dejás decantar, de revelación.
Una pregunta que nace del dolor
A veces, la vida parece ensañarse. Problemas de salud, vínculos rotos, traiciones, duelos.
Entonces aparece esa sensación de injusticia: “¿Qué hice para merecer esto?”
Sin embargo, no siempre hay una respuesta clara o lineal. Porque esta pregunta no busca solo una explicación racional: busca sentido.
El “¿por qué yo?” es el eco de una parte nuestra que todavía no entiende. Que necesita llorar, enojarse o simplemente dejarse caer. Y está bien. También eso es parte del camino.
El arte de transformar la pregunta
Con el tiempo, si elegís no pelearte con esa pregunta sino mirarla con honestidad, puede transformarse en otra:
¿Para qué yo?
Y ahí algo empieza a cambiar. Porque dejás de mirar el hecho como castigo, y empezás a verlo como posibilidad.
Una invitación incómoda, sí. Pero también poderosa.
¿Para qué me está pasando esto? ¿Qué quiere mostrarme la vida? ¿Qué parte de mí pide ser vista, integrada, escuchada?
Por supuesto, la respuesta no llega enseguida. No es una frase de autoayuda ni una vuelta mágica de página.
Es un proceso. A veces lento. A veces confuso. Pero siempre valioso.
Tu historia no es casual
No sos menos por lo que te pasó. No estás rota.
Tu historia tiene sentido. Y puede ser resignificada.
Tal vez no encuentres respuestas inmediatas, pero sí podés encontrar una nueva mirada. Una más compasiva con vos. Una que no niega lo vivido, pero tampoco te deja atrapada en el rol de víctima.
Transformar el “¿por qué yo?” en un camino de transformación es un acto de madurez emocional.
No es negar el dolor. Es honrarlo sin dejar que te defina.
Cuando la pregunta se convierte en impulso
A lo largo del tiempo, acompañé a muchas personas que venían con el alma hecha trizas, repitiendo esa pregunta en loop.
Sin embargo, con amor, tiempo y mirada, esa misma pregunta se convierte en fuego. En propósito. En decisión.
Lo que dolió puede volverse dirección.
Lo que pesó, puede volverse raíz.
Y lo que te quebró, puede enseñarte a sostenerte distinto.
El primer paso hacia tu propia respuesta
¿Sentiste alguna vez que la vida se ensañaba con vos? ¿Te hiciste esa pregunta que duele pero también abre?
Contame tu experiencia en los comentarios. Y si querés empezar a encontrar el “para qué” en tu historia, agendá tu sesión gratuita de descubrimiento emocional. Te acompaño.