Una de las preguntas más incómodas —y más transformadoras— que podemos hacernos es esta: ¿quién soy?. No el nombre, no el rol, no la profesión. No mamá, no psicóloga, no amiga. No. ¿Quién soy yo, cuando nadie me ve?
Porque hay algo que a veces olvidamos: que somos mucho más que los títulos que llevamos puestos. Somos la historia que nos contamos todos los días. Y lo más curioso es que, sin darnos cuenta, terminamos actuando según esa historia. Es decir: elegimos desde la identidad que creemos tener.
La identidad: ese mapa silencioso que guía nuestros pasos
¿Alguna vez te preguntaste por qué repetís ciertos comportamientos, aunque no te gusten? ¿Por qué evitás decir que no, o por qué te cuesta pedir ayuda, o te resignás fácilmente? Es posible que no sea falta de voluntad… sino una fidelidad inconsciente a una identidad que asumiste hace mucho tiempo.
Porque nuestro comportamiento siempre responde a la identidad con la que nos identificamos. Es decir: no actuamos porque sí. Actuamos porque somos alguien —o creemos serlo—. Y si no cuestionamos esa identidad, no podemos transformarla.
La fábula del escorpión: somos lo que creemos que somos
Hay una historia que siempre me estremece. Un escorpión necesitaba cruzar el río, así que le pidió ayuda a una rana. Le prometió que no la lastimaría. Y la rana, dudando pero conmovida, aceptó. A mitad de camino, el escorpión la picó. La rana, antes de morir, le preguntó: ¿por qué lo hiciste?. Y el escorpión, con la voz tranquila, respondió: “porque soy un escorpión, y eso es lo que hacemos los escorpiones”.
Así de poderosa es nuestra identidad. Incluso puede llevarnos a sabotearnos con tal de no traicionarla.
Tu identidad no está escrita en piedra
Lo importante de todo esto es saber que nuestra identidad no está determinada, sino en construcción constante. No sos tus errores, ni tus miedos, ni tus etiquetas. Sos quien elige todos los días, a cada paso, desde dónde vivir. Y si hoy te das cuenta de que esa vieja identidad ya no te representa, podés soltarla. No para negarla, sino para abrir espacio a quien estás lista para ser.
Identidad escrita con hechos
Una forma poderosa de descubrir quién sos realmente es hacer una lista. Escribir: “soy una persona…” y completar esa frase con palabras que te representen. Luego, anotar debajo todos los comportamientos que sostienen esas identidades.
Si escribís “soy generosa”, preguntate: ¿qué hago en mi día a día que lo demuestre? Si ponés “soy impaciente”, observá cuándo y cómo lo sos. Verás que hay identidades que se caen solas… y otras que están listas para florecer.
Cuidá el lenguaje con el que te definís
No es lo mismo decir “soy un fracaso” que decir “me equivoqué”. No es lo mismo afirmar “soy un desastre” que “hoy me siento desorganizada”. Las palabras que usamos para nombrarnos construyen nuestras paredes internas. Así que te invito a revisar con amor cómo hablás de vos misma. ¿Desde la condena o desde la compasión?
Hoy, con todo tu amor, escribí una nueva identidad. Una que te represente, que te inspire, que te honre. Y elegí un solo acto pequeño que la exprese. Porque no somos lo que decimos que somos… somos lo que elegimos ser, una y otra vez.