Que no te amen por lástima: cómo sanar la necesidad de ser salvada
Que no te amen por lástima: cómo sanar la necesidad de ser salvada

Que no te amen por lástima: merecés un amor real

Hay amores que llegan con un sabor a deuda. Relacionamientos que se arman desde la lástima, el rescate, la necesidad de sostener al otro como si fuera de cristal.

Y sí… puede que alguna vez fuiste esa persona. Yo también lo fui. Y por eso te digo esto, desde un lugar vivido: que no te amen por lástima, que te amen porque te ven.

Que no te amen por lástima: dependencia o deseo

Cuando estamos rotas, cuando venimos de vínculos frágiles, cuando no aprendimos a pedir desde el merecimiento sino desde la urgencia… muchas veces nos volvemos pequeñas. O nos hacemos las fuertes para no molestar, o nos ponemos en modo “ayudame, por favor, quedate”.

Y entonces, llega ese amor salvador. Esa mirada que parece vernos por fin.
Pero si llega desde la pena, desde el “pobre de vos”, desde el “yo te salvo”… no es amor. Es una transacción emocional. Una dependencia maquillada de afecto.

Y cuando te aman así, algo adentro empieza a doler más. Porque no se siente elección: se siente obligación. Que no te amen por lástima. Porque eso no se sostiene.

👉 Si querés leer más sobre los distintos tipos de amor, te recomiendo este artículo: Tipos de amor y sus diferencias

De la necesidad al merecimiento

Dejar de mendigar amor no es fácil. Implica hacerte cargo de tu historia, sí, pero también de tu deseo.
Porque cuando te amás de verdad, dejás de necesitar que el otro te complete. Y entonces, podés ser elegida, no sostenida.

Amar no es salvar.
Y pedir ayuda no es debilidad, siempre que no la disfraces de manipulación inconsciente.

Por eso, hay que aprender a distinguir: ¿estás queriendo compartir tu vida o estás pidiendo que te rescaten?

Una cosa es ser acompañada.
Otra, muy distinta, es ser cuidada como si no pudieras sola.

Recibir desde la libertad

La madurez emocional no es frialdad. Es saber pedir sin exigir.
Es permitirte ser vista sin convertirte en víctima.
Es abrirte a recibir desde la libertad, no desde el miedo a que se vayan.

Que no te amen por lástima. Que te amen por cómo sos, no por lo que sufriste.
Que te elijan desde el deseo, no desde el deber.
Que te sostengan porque lo sienten, no porque se sienten culpables.

Eso es amor. Lo otro, es miedo disfrazado de ternura.


El primer paso hacia el amor que merecés

¿Te diste cuenta de que alguna vez te relacionaste desde el miedo a quedarte sola?
¿Sentiste que el otro te sostenía más por pena que por deseo?

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Demos juntas el primer paso hacia el amor real: el que no se negocia, no se fuerza, no se mendiga.

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